Marisol nació en 1906 en una casa acomodada en la histórica ciudad de Toledo. Creció en el seno de una familia influyente y culturalmente rica. Su padre, un político apasionado y visionario, le inculcó desde temprana edad una profunda vocación por el servicio público y la justicia social. Su madre, una talentosa costurera que regentaba un taller de costura, le transmitió su amor por la moda, el detalle y la estética, aspectos que siempre valoró y cultivó.

Desde niña, fue una ávida lectora y una observadora aguda del mundo que la rodeaba. Su hogar era un lugar de encuentro para intelectuales, artistas y políticos, lo que le permitió desarrollar una perspectiva amplia y crítica de la sociedad. Inspirada por los debates políticos que escuchaba y las conversaciones apasionadas sobre el futuro del país, decidió que su destino estaba en la política.

A los 26 años, ya se había ganado el respeto y la admiración de muchos en Toledo. Con un carisma innegable y una inteligencia aguda, fue nombrada directora de la Comisión de Asuntos Sociales de Toledo. Su juventud no fue un impedimento; al contrario, su energía y visión fresca impulsaron reformas significativas que mejoraron la calidad de vida de muchos toledanos. Luchó incansablemente por los derechos de las mujeres y los niños, y su gestión se caracterizó por su empatía y compromiso genuino.

En 1934, apenas dos años después de asumir su puesto, se vio envuelta en una misión que cambiaría su vida para siempre. Los detalles de esta misión eran tan peligrosos como cruciales para el futuro de Toledo. Durante esos días de tensión y peligro, conoció a Javier, un joven idealista con quien compartía sueños y visiones. Su conexión fue inmediata y profunda, forjando un vínculo que los uniría para siempre.

Marisol y Javier se casaron unos años después, enfrentando juntos los desafíos de una España en constante cambio. Sus vivencias durante esos años tumultuosos y sus esfuerzos por mantener viva la llama de la justicia social quedaron grabados en su memoria.
Décadas más tarde, decidió que esas experiencias debían ser contadas. Así nació «El Legado de los Tokor», una novela histórica en la que narra con detalle y pasión los eventos que vivieron en junio de 1934 junto a Javier. La escritura del libro fue un proceso catártico para Marisol, quien revivió cada momento, cada peligro y cada alegría mientras daba forma a su obra. Finalmente, la novela vio la luz en 1970, coincidiendo de manera simbólica con el nacimiento de su primera nieta, una señal para ella de que su legado perduraría.

La publicación de «El Legado de los Tokor» fue recibida con entusiasmo y aclamación. Los críticos destacaron no solo la precisión histórica, sino también la capacidad de Marisol para capturar la esencia humana de los eventos y personajes descritos. El libro se convirtió en un testimonio de valentía, amor y dedicación, reflejo de su propia vida.

Marisol dejó un legado imborrable. Fue una pionera en la política, una defensora incansable de los derechos sociales y una narradora excepcional. Su vida es recordada no solo por sus logros profesionales, sino también por su espíritu inquebrantable y su capacidad para inspirar a otros a luchar por un mundo más justo y equitativo.